La angustia humana por ver nuestros seres queridos en casa hace pensar que este año no será fácil para ninguno de los colombianos y precisa el estruendo de un proceso que no tiene futuro en medio de un presente perverso que no aventura ni sosiego ni reposo. Estamos al frente de una guerrilla qué no entiende qué la izquierda debe cambiar su rumbo y pensar en una revolución democrática a través de la política y no de las armas.
Es el enfrentamiento de los poderes, de los gustos, de los ideales y muchas veces de las emociones de recordar el pasado, de no olvidar lo acontecido hace más de cincuenta años. La historia de Colombia pertenece en gran medida a los hechos de la guerra, a su conflicto social, económico y político, a tener una cabeza inhumana que dice llamarse Manuel Marulanda y que hace pensar que no tiene corazón, un fabricante de todos los horrores de nuestro país. Se empieza un año para muchas personas de igual forma, a trabajar, a estudiar y a tratar de sobrevivir con las penurias que deja un salario paupérrimo. Los colombianos están emigrando a otros países porque las posibilidades en nuestra tierra no son las mejores, vivimos a la sombra de la guerra, de los delincuentes, de una cadena de situaciones negativas que nos muestra un camino poco alentador, bastante triste para la aspiración humana.
En fin, hay que vivir la vida con las fuerzas morales que Dios nos dio, porque no podemos exigir más. A mis lectores mis mejores deseos y un próspero 2008, más positivo y menos triste.
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