¡UN PAIS DE PADRES RICOS!


Los colombianos que eligieron a Aurelio Iragori Hormaza, Carlos Cárdenas Ortiz, Carlos Ferro Solanilla y a Eduardo Enríquez Maya; senadores de la república, jamás imaginaron el daño que le causarían al futuro del país, cuando estos honorables padres de la patria centran todos sus esfuerzos en presentar proyectos de ley que buscan el bien particular llenando aún más sus bolsillos, dejando de trabajar por las comunidades que en algún momento confiaron en ellos. Lo anterior lo digo ya que en este momento avanza una iniciativa que busca reajustar las pensiones de los congresistas, propuesta por los senadores mencionados anteriormente. Este proyecto de ley, pretende modificar la Ley No. 4 de 1992, argumentando que se ha violentado el derecho fundamental a la igualdad de los congresistas pensionados, ya que dicha ley no diferencia, distingue o discrimina entre senadores y representantes a la Cámara con otros empleados públicos. Por esa razón, desde esta columna, respetuosamente quiero sentar mi voz de protesta por el desacierto de estos congresistas al querer cambiar el futuro económico de los 268 parlamentarios donde cada uno se gana mensualmente la bobadita de $16.884.166 – treinta y cinco salarios mínimos mensuales - y con el reajuste, la pensión de estos subiría cinco millones – casi 22 millones de pesos netos -. Todos los días me inunda un sentimiento de culpa ajena, culpa que deben sentir esos colombianos que votaron por una “parrandada” de delincuentes de corbata que asesinan las ilusiones de un pueblo que infortunadamente necesita de ellos. Nos siguen metiendo los dedos a la boca y nosotros aún no marchamos en contra de la corrupción, parece que no somos iguales, que no sentimos lo mismo y que los malos para unos, son los buenos para otros. ¡Por Dios! ¿Qué es esto?

En Colombia: ¡QUE TRABAJO CUESTA SER NIÑO!


Por donde usted mire se encuentra a un niño trabajando en diferentes sectores de la economía de las ciudades de Colombia, realizando actividades domésticas en cualquier casa, pidiendo limosna ó vendiendo toda clase de chucherías. Según el censo del 2005 de los 11.917.167 niños que viven en Colombia, 2.020.317 forman parte del comercio callejero, la explotación sexual infantil y en el tan reprochable conflicto armado.
A los niños más pobres les cuesta trabajo ser niños ya que el grado de miseria de muchos de sus hogares los lleva a tener que ayudar en sus casas desde que tienen uso de razón y a muchos les toca aguantarse el inclemente sol del día y el incesante frío de la noche en brazos de sus madres, cuando estas los ponen de parapetos humanos para recibir cualquier moneda. Mi pregunta a la triste realidad de nuestros niños utilizados como mercancía humana es: ¿Quién es el responsable? ¿El estado? que ha desprotegido a los más débiles, ¿los padres? que lo han convertido en un negocio que les deja muchas utilidades ó ¿la sociedad? que es indiferente ante la situación de pobreza y la falta de oportunidades de estos niños. Es que ver a un niño en la calle le parte el corazón a cualquiera que aún sienta el dolor que deja el desamparo estatal, el maltrato de los padres y la mirada que señala y juzga de tanta gente que camina por las calles de la vida sin ningún problema. Los niños deberían disfrutar su condición de ser niños, jugar, hacer amigos en las escuelas, sonreírle a las oportunidades.
Hemos privado a nuestros niños de ser niños y les hemos quitado el derecho a vivir como niños, a ellos les está costando trabajo ser niños cuando desde pequeños tienen que trabajar para sacar adelante a sus hermanos y madres.
En Colombia el estatuto del niño y del adolescente prevé la abolición de toda actividad laboral por debajo de los catorce años de edad, ofreciéndole garantías a los niños de mantener necesidades diferentes a las de trabajar en un escenario de aprendizaje. Según el marco legal en Colombia, Constitución política de Colombia de 1991: Art. 44: Son derechos fundamentales de los niños: la vida, la integridad física, la salud y la seguridad social, la alimentación equilibrada, su nombre y nacionalidad, tener una familia y no ser separados de ellos, el cuidado y el amor, la educación y la cultura, la recreación y la libre expresión de su opinión. Serán protegidos contra toda forma de abandono, violencia física o moral, secuestro, venta, abuso sexual, explotación laboral o económica y trabajos riesgosos. Gozarán también de los demás derechos consagrados en la Constitución, en las leyes y en los tratados internacionales ratificados por Colombia. (...); Art. 53: El Congreso expedirá el estatuto del trabajo. La ley correspondiente tendrá en cuenta por lo menos los siguientes principios mínimos fundamentales: Igualdad de oportunidades para trabajadores: remuneración mínima vital y móvil, proporcional a la cantidad y calidad de trabajo, estabilidad en empleo, irrenunciabilidad a beneficios mínimos establecidos en normas laborales; facultades para transigir y conciliar sobre derecho inciertos y discutibles; situación más favorable al trabajador en caso de duda en la aplicación e interpretación de las fuentes formales de derechos; primacía de la realidad sobre formalidades establecidas por los sujetos de las relaciones laborales, garantía a la seguridad social, capacitación, el adiestramiento y el descanso necesario; protección especial a la mujer, a la maternidad y al trabajador menor de edad. En el papel resulta romántico, pero su fragilidad legal nos entrega a 393.058 niños en la agricultura; 338.985 niños en la industria; 132.842 niños en servicios; 92.030 niños en transporte y comunicaciones; 46.418 en construcción; 27.198 niños en inmobiliarias; 19.544 niños en minas y 8.735 niños en canteras. Estas cifras muestran que no se está haciendo nada por combatir las peores formas de maltrato infantil a través de las actividades laborales. Entonces: ¿Qué se debe hacer cuando las leyes en este país son tan flexibles? Pues nos toca a los colombianos, habitantes de este mundo, ciudadanos sensibles del extranjero y toda aquella persona que siente este doloroso panorama como suyo, unirnos y empezar a trabajar entorno a la reivindicación de los valores humanos de estos niños a través de la generación de oportunidades sanas, abriéndole espacios de recreación social y apoyándoles en su mejoramiento personal.
En Colombia cuesta trabajo ser niño sino hacemos algo pronto, sino velamos por los derechos de los niños, como el derecho a la educación, la salud, el uso adecuado del tiempo libre, un buen trato por parte de los padres, un ambiente propicio para el desarrollo y a no ser vinculados en trabajos peligrosos. El estado colombiano los tiene desprotegidos y los adultos ciudadanos como usted y como yo debemos buscar los medios para asumir la responsabilidad económica que implica brindarle mejores opciones de vida a los niños.
En el papel de mejorarle la calidad de vida a los niños es de suma importancia hacer un trabajo fuerte con los colegios para que estos niños no deserten de las aulas de clase y se pueda generar la confianza necesaria para que expongan sus dificultades y así darle soluciones a la problemática de permitir que se alejen de la educación.
Sembrando en el papel, quiere invitar a los compañeros amigos de Municipalidad y Cultura, a los lectores de aquí y de allá y a los ciudadanos del mundo a que construyamos entre todos un mejor escenario de paz y que a través de las palabras multipliquemos esta problemática con el objetivo de mostrar lo que pasa en los países latinoamericanos, para evitar que esto crezca y se nos salga de las manos.
Por Colombia y por el mundo, ¡No más niños en las calles trabajando!

LOS DERECHOS DE LA CIUDAD


La cruel indiferencia de muchos de los que vinieron de otras partes del país a vivir y a trabajar; y la de muchos otros que hacen parte de la raíz de Cali al haber nacido y crecido, ha permitido que la capital mundial de la salsa, no pueda hablar, no pueda escribir, no puede ni siquiera pensar, esté cohibida de ser. Cali no se puede privar del derecho de soñar, reír, acariciar y sentirse amada. Los caleños debemos hacerla respetar, rendirle culto a la dignidad plena de sus calles y no mancharlas con la sangre de nuestra gente. Todo el mundo, negro, mestizo, blanco, pobre, rico, alto, flaco, gordo, católico, evangélico, agnóstico, ateo y demás, tienen el compromiso de hacer valer los derechos de la ciudad para este 2009, de día y de noche, hasta que nuestra identidad de caleños dejé limpios los caminos de la zozobra social frente a la diversidad cultural de los habitantes de esta bella ciudad. Cali desde ahora clama algunos de los siguientes derechos para hacer cumplir en este año: 1. Derecho a la libertad visual: ¡No más avisos publicitarios!, Cali quiere verse desde afuera; 2. Derecho al silencio: ¡No más pitos innecesarios!, Cali quiere dormir tranquila; 3. Derecho a la prudencia: ¡No más carros en los andenes!, Cali no quiere ser pisoteada; 4. Derecho a la privacidad: ¡No más escritos vulgares en sus paredes!, Cali quiere verse bonita; 5. Derecho a la limpieza: ¡No más bolsas, tarros, envases, etc. en sus calles! Cali quiere estar aseada. Los colombianos gracias a la Constitución Política Nacional estamos amparados y tenemos derechos y deberes como ciudadanos y ahora queremos empezar a implementar de manera pedagógica los derechos de la ciudad, ya que Cali está olvidada, ultrajada y humillada y en muchas ocasiones le ha tocado guardar silencio y no se ha manifestado. ¡Ya es hora!