CARTA A MI NIETO EMMANUEL

Mi querido nietecito Emmanuel. Tú, mi querido niño, con tus tres años apenas cumplidos. Que acabas de salir del cascarón, con tu nivel de conciencia no puedes medir la realidad, tienes un entorno, que pudiera ser muy amplio, pero que resulta limitado porque no puedes salir, no te permiten pasear, al dar tus pasitos todavía inseguros, no puedes calcular la cantidad de riesgos a los que te enfrentas.

Que necesitas a tu mamacita para que ella con todo su amor no solo te proteja, sino te de la mano y te alce en el momento que tropieces, en el momento que te caigas. Que te guíe para que tu camino no sea tan azaroso y peligroso. Y así librarte de tantas asechanzas y riesgos que niños como tú no están exentos de tener.

Pero nos han dicho, que ella no está a tu lado. ¿Será cierto ? ¿Será posible que ella no puede protegerte? ¿Qué ella no puede cuidarte ? ¿Qué ella no puede darte su cariño como toda madre puede hacerlo y debiera hacerlo ? ¿Qué la mantienen aislada? Y a ti te separan de ella ? Cómo es posible esto ? Hay alguna razón para hacerte sufrir a ti, hacen sufrir a tu madre… Me hacen sufrir a mí, a tu abuela.

Entiendo que eres muy mono, que eres muy querido, que a su manera quieren protegerte. En tu edad todos los niños son muy graciosos, estás empezando a experimentar el mundo, a conocerlo, a tratar de ubicarte.

Por ello mismo es por lo que corres tantos peligros! Cuánto quisiera protegerte! ¡Cuánto quisiera mimarte ¡OH!… ¡cuánto diera por verte! ¡cuánto diera por tenerte entre mis brazos! Siento una añoranza infinita!… Recuerdo cuando tu madre tenía tu edad. A sus tres años era tan graciosa, tenia una sonrisa que encantaba, son esos momentos los que nunca podré olvidar, su cándida sonrisa, siempre me acompañan para seguir recordándola… Sus mejillas sonrosadas, llenitas… tan tiernas… tan adorables… La recuerdo con sus pequeños bucles, te imagino a ti, mi adorado Emmanuel.

Te imagino posiblemente tan semejante a tu bella madre, quien desde pequeñita significó tanta alegría, tanta felicidad para mí, tanta felicidad para su Padre, quien después de cuatro varones, teníamos el más maravilloso premio, que Dios nos colmaba con creces, con la llegada a nuestro hogar de nuestra adorada hija, a quien hicimos bautizar con el nombre de Clara Leticia que significa en latín, “pura alegría”.

Este nombre fue seleccionado por mi padre, quizás porque yo también signifiqué para mis padres tanta alegría como la que experimentamos cuando naciste tú, hija adorada. De ahí que llevamos el mismo nombre.

Cuánta falta me hacen los dos… Cuánto quisiera que los tiempos pudieran cambiar. Como necesitan cambiar tantas situaciones… Cuánto queremos por fín verlos y abrazarlos fuertemente. Tenerlos muy cerca a mi corazón.

Queremos su libertad, queremos… será posible ? QUEREMOS QUE SEAN ¡LIBRES !

Querido Emmanuel, algún día crecerás y podrás leer estas líneas, espero que no sea tarde para mí. Y hayas podido seguir adelante. Pero sobre todo, puedas sacar una lección útil, que hoy nos da la vida. Con todo mi amor, Tu abuelita, Clara.

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