No se puede pensar en confrontar un modelo concebido para defender las políticas de los sectores dirigenciales de la clase económica tradicional, cuando las alternativas de la resistencia no son las suficientes como para contrarrestar la institucionalidad de un sentir de estado autoritario y pragmático en su forma. Tan importante o más, es la construcción de profesionales pensantes que dimensionen la problemática del país con sentido critico y propositivo. Por eso, es tan necesario comprender la manera de pronunciarse cuando no se está de acuerdo con un programa, proceso, pensamiento, idea o con la identidad de un sistema.
Lo anterior, lo traigo a colación preocupado por la forma como algunos estudiantes universitarios o aprovechadores de las revueltas - que no pasan de ser unos delincuentes más de una acumulación de hechos sociales - han encontrado un espacio para hacer de las suyas afectando la integridad de lo público y desorientando la lucha –que debería ser pacífica- convirtiéndola en un encuentro de malandrines, que argumentan ser académicos de la causa revolucionaria.
La ciudad esta cansada de las protestas explosivas de unos desadaptados sociales que se toman la más bella de las universidades: La Universidad del Valle. Mucho se ha dicho de esto, la parte manifestante afirma: ¡No nos pueden callar, esta es nuestra manera de pronunciarnos!, y la parte estatal organizada que enfrenta, llámese Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD) responde: ¡No más delincuentes en las universidades! Y a todo esto me cabe preguntar: ¿Quién tiene la razón? Lo único que puedo pensar a todo lo anterior es que el mecanismo por el cual estos personajes han optado por defender sus derechos no es el adecuado, más aún, cuando la forma de manifestarse afecta el verdadero ideal político de la izquierda social.
¡Hasta la próxima lenguones, y que la libertad de nuestros pensamientos sea el grito para alcanzar la paz!